PROLOGO "Pinceladas de Recuerdos: Viaje a las entrañas de una familia memorable"

Escuche este episodio

Me sumerjo en los recuerdos de mi infancia en la Hacienda Dinamarca, como quien atraviesa un río de memorias perdidas, donde aún resuenan los ecos de un tiempo que se resiste a desaparecer. Allí, entre sus rincones, los espíritus de antaño parecen observar, envueltos en la brisa del pasado. Cada espacio guarda susurros de historias que el viento se niega a olvidar. Las sombras de los árboles antiguos parecen custodiar secretos, y el aroma de la tierra húmeda evoca ecos de pasos que alguna vez recorrieron sus senderos.
 

Aquella casa de campo, con sus muros de tapia y sus ventanas abiertas al infinito, parecía respirar con nosotros, guardiana de memorias que el viento no ha podido llevarse. En las faldas orientales de Antioquia, San Carlos era un rincón donde Dios había creado todas las tonalidades del verde, como si hubiera querido ensayar allí la paleta con que pintaría después el paraíso.

Mis pies desnudos conocían cada recoveco de aquella tierra. Corría entre cafetales siguiendo el vuelo errático de mariposas azules que parecían fragmentos del cielo caídos entre el follaje. Cada mañana me despertaba el perfume ritual del café recién tostado que nuestra madre Otilia preparaba en un viejo molinillo de madera, mezclándose con el aroma dulzón del chocolate artesanal que burbujeaba en la olla de barro. Ese olor era la primera caricia del día, el anuncio de que todo estaba en orden en nuestro universo familiar.

Las paredes de la hacienda, gruesas como las páginas de un libro antiguo, guardaban nuestras risas y secretos con la misma devoción con que atesoraban las historias de Doña Genoveva, aquella partera de manos tibias y ojos que parecían haberlo visto todo. Ella había ayudado a nacer a medio pueblo y tejía sus relatos con hilos de realidad y fantasía, como quien borda un mantel para una mesa invisible. Conocía, mejor que nadie, la historia particular de mis padres, ese amor que nació contra todo pronóstico, como una flor obstinada que emerge entre las grietas de un muro aparentemente infranqueable.

En ese refugio apartado del mundanal ruido, donde los límites entre la memoria y la realidad se difuminaban como la niebla matutina sobre los cafetales, el pasado no era algo que quedaba atrás, sino una presencia constante que respiraba a nuestro lado, que nos susurraba al oído, que nos visitaba en sueños. La Hacienda Dinamarca no era simplemente un lugar; era el escenario donde los fantasmas de nuestros antepasados seguían representando, noche tras noche, los dramas y alegrías que nos habían moldeado a todos nosotros, herederos de una saga familiar que merecía ser contada.

Este libro, querido lector, es más que una simple narración de hechos. Es un conjuro que despierta las almas dormidas de mis antepasados, que hace vibrar las cuerdas invisibles que nos unen a través del tiempo. Es un hechizo que convoca a los fantasmas de mi historia, invitándolos a sentarse a la mesa de mis recuerdos, a compartir el pan de la nostalgia y el vino de la melancolía.

En estas páginas, las voces de generaciones se entrelazan como en una sinfonía de destinos, donde cada nota es una vida y cada silencio un secreto por descubrir. Te invito a sumergirte en este mundo de luces y sombras, donde la magia de la memoria transforma lo cotidiano en extraordinario y donde cada palabra es un puente tendido entre el ayer y el hoy.

Crecí bajo el manto de un sol que fundía los pensamientos, en un pequeño rincón del mundo llamado San Carlos, Antioquia. Allí, las calles empedradas me enseñaron a distinguir entre el murmullo de las hojas y el susurro de las almas que vagaban por la ciudad. El aire estaba impregnado de dulces aromas de guayaba madura, y las montañas, centinelas eternas, parecían murmurar secretos al viento, vigilando mis primeros pasos en un mundo lleno de misterios. En esa tierra fértil de recuerdos, germinó la semilla de mi vida, bajo el cielo cálido de una infancia que parecía extenderse sin fin. Las estrellas, cómplices de mis sueños, iluminaban mis noches con promesas de aventuras por venir. Y en cada rincón, la magia de lo cotidiano se entrelazaba con la eternidad de los momentos vividos.

Fue en esos campos, entre casas de barro y techos de tejas que crujían al compás del viento, donde comprendí que la realidad no es más que un reflejo distorsionado de lo que verdaderamente importa: los sueños, los amores, y los dolores que se ocultan en el fondo del alma. En aquellas tierras, donde el tiempo parecía detenerse y las estaciones se mezclaban en un baile eterno, aprendí a escuchar los susurros de la tierra y a leer los secretos escritos en las arrugas de los ancianos. Cada amanecer traía consigo una nueva revelación, un misterio por descifrar en el vuelo de los pájaros o en el sonido del arroyo que serpenteaba entre los maizales.

Medellín me recibió luego, como una madre que abraza a su hijo, una ciudad que latía al ritmo de su propia canción, una mezcla de colores y sonidos que despertaron mis sentidos y encendieron la chispa de mi espíritu. Me acogió como una mariposa recién salida de su capullo, envolviéndome en un torbellino de experiencias que despertaron mis sentidos adormecidos. Cada paso que di en esa urbe vibrante fue un capítulo de mi vida, una lección de perseverancia y lucha, enfrentando las tempestades con la misma firmeza con la que los picos andinos desafían al cielo. Allí, bajo el resplandor de un sol implacable, aprendí a navegar por los ríos caudalosos de la vida, entre remolinos de desafíos que solo el coraje puede enfrentar.

Desde esas calles de San Carlos, donde el aroma a guayaba perfumaba mis días de infancia, hasta los vastos horizontes de Canadá, donde el maple tiñe de oro los atardeceres, mi vida ha sido un viaje de descubrimiento constante. En palabras de José Martí, existen tres designios esenciales que todo individuo debe cumplir al cabo en su vida: "plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro". En mi caso, he optado por cumplir con la última de estas, no por obligación, sino por la necesidad urgente de compartir las historias que bullen en mi interior.

Pero fue Canadá, ese país lejano y frío, donde finalmente encontré mi destino. El 28 de julio de 1988, una fecha que quedó suspendida en el aire como una nota prolongada, llegué a esa tierra desconocida, arrastrado por los vientos de la esperanza y la incertidumbre. No fue una simple llegada, sino un nacimiento: el renacer de un alma que había cruzado océanos y cordilleras para encontrar su hogar en un lugar donde las auroras boreales pintaban el cielo con colores que desafiaban la imaginación.

Canadá me recibió como una madre distante, con su cielo gris y su viento helado que cortaba la piel pero reconfortaba el espíritu. Los árboles, vestidos de oro en otoño, me susurraban secretos antiguos que me hablaban de renacimiento y eternidad. Fue en esos bosques donde mi vida tomó un giro inesperado, como un río que cambia de curso en mitad de su cauce, y me vi a mí mismo como un extraño en un mundo nuevo, lleno de maravillas y desafíos.

En estas páginas, te invito a adentrarte en los laberintos de mi memoria, a caminar por senderos que se desvanecen y reaparecen como los sueños que se deshacen al despertar. Aquí, en este relato tejido con hilos de oro y plata, encontrarás mis días de lucha y de gloria, mis noches de soledad y de consuelo, mis encuentros con seres que no pertenecen a este mundo pero que han dejado su marca en mi corazón.

Este libro es un tributo a mi familia, a esa casta de guerreros que ha resistido las tempestades del tiempo con la misma firmeza con la que las montañas desafían al viento. A nuestra madre Otilia, una mujer de acero y miel, arquitecta de lo imposible, que supo construir un hogar en medio de la tormenta. A mis hermanos, compañeros de viaje en este barco llamado vida, que han compartido conmigo los dolores y las alegrías de un destino entrelazado. Y a aquellos que ya no están en este mundo, pero cuya presencia sigue viva en cada palabra que escribo: nuestros padres Juan Salazar y Otilia Suarez, mis hermanos: Judith, Gilberto, Manuel y Alfonso, cuyos nombres resuenan como ecos en el vasto silencio de la eternidad.

Que este prólogo sea un portal mágico, una invitación a un universo donde la realidad y la fantasía danzan en un abrazo eterno, difuminando sus fronteras hasta volverse indistinguibles. Aquí, querido lector, te ofrezco mi alma desnuda, despojada de máscaras y pretensiones, para que juntos emprendamos un viaje por los senderos sinuosos de mi pasado. Te presto mis ojos para que veas a través de ellos, y te abro mi corazón para que sientas cada latido como si fuera tuyo.

Que estas páginas se conviertan en un refugio acogedor, un oasis de serenidad en medio del torbellino de la vida. Aquí encontrarás consuelo en tus momentos de tormenta y una luz guía en tus noches más oscuras. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la vida sino un sueño tejido con los hilos dorados del tiempo? Un sueño que espera ser narrado, que anhela ser vivido en cada palabra, en cada suspiro.

En "Pinceladas de Recuerdos", te entrego mi existencia entera, con sus resplandecientes alegrías y sus sombras más profundas, con sus días de triunfo y sus noches de incertidumbre. Te ofrezco mis risas y mis lágrimas, mis amores y mis pérdidas, esperando que en este viaje literario encuentres reflejos de tu propia alma. Que en estas palabras descubras ecos de tu propia historia, y que juntos, tú y yo, unidos por el hilo invisible de la narrativa, continuemos tejiendo este tapiz infinito y maravilloso que llamamos vida. Porque en cada página que leas, en cada recuerdo que revivas conmigo, estaremos añadiendo nuevos hilos a la trama universal de la experiencia humana, creando un legado que perdurará más allá del tiempo y el olvido.

“Las páginas de un buen libro son como caricias del viento en el alma, dejando huellas imborrables en nuestro ser. Permanecen allí, como melodías susurradas por el tiempo, resonando en el eco de nuestros recuerdos y alimentando el fuego eterno de nuestra imaginación.”

Escuche el prologo en Spotify

-------------------------------------------------------------------

Invitación para hacer parte del Grupo Whatsapp de lectores ---------------------------------------------------------
Estoy emocionado de compartir una gran noticia con ustedes: mi libro está disponible en Amazon por solo $0.99 USD. Quisiera invitarlos a que aprovechen esta oferta y me ayuden a alcanzar la lista de los más vendidos. Cada compra no solo me acerca a este objetivo, sino que también es una oportunidad para que más personas conozcan mi trabajo. Además, cualquier reseña positiva que puedan dejar sería inmensamente apreciada y contribuiría enormemente a la visibilidad del libro. ¡Gracias de antemano por su apoyo y por acompañarme en este viaje literario! Comprar Pinceladas de recuerdos aquí --------------------------------------------------------



Comentarios

  1. Abelardo te felicito porque tu manera de escribir se siente que sale del alma, con un lenguaje sencillo, envolvente, cargado de amor por tus vivencias y tus seres queridos. Gracias por compartir tus tesoros con este bello grupo.😃 ~LiMontoya64~

    ResponderBorrar
  2. Una lectura que se vuelve caricia, una historia que se vuelve hogar.
    Recomiendo este libro a todo aquel que busque reencontrarse con la magia escondida en los recuerdos, con esa alquimia secreta que convierte las historias familiares en patrimonio universal del corazón humano.
    ⭐⭐⭐⭐⭐

    ResponderBorrar
  3. Después de sumergirme en este prólogo como quien se adentra en un río de aguas cristalinas, siento que acabo de recibir una invitación sagrada hacia un universo donde las palabras danzan con la gracia de las mariposas azules que el autor perseguía en su infancia. Saul C.

    ResponderBorrar
  4. Una sinfonía de memorias bordada con hilos de luz
    Este prólogo de "Pinceladas de Recuerdos" es mucho más que una simple introducción: es un conjuro literario que despierta los sentidos y acaricia el alma. El autor teje sus recuerdos con una prosa que fluye como el aroma del café recién tostado en la Hacienda Dinamarca, envolviendo al lector en una atmósfera donde lo cotidiano se transfigura en extraordinario. ~Gilma Salinas~

    ResponderBorrar
  5. Es un libro que promete ser refugio para el alma, especialmente para quienes hemos conocido la dulce melancolía del desarraigo y la bendición del renacer en tierras lejanas. Raul Sanchez

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Mas leidos...

No 23 “Los años setenta: "Caminos Entrelazados: Un Relato de Sueños y Desafíos"

No 28 "Cuentas y Cuentos: Las Anécdotas Más Divertidas del Banco"

No 18 "La Noche de la Macarena: “El teacher” y yo dos Presos de la Injusticia"

No 19 "El Año que me Moldeó: Revelaciones y Desafíos en 1972"

No 38 "La Huella del Exilio: Entre el Frío y la Esperanza:"