No 26 "Del Humor al Recuerdo: Historias del Banco y Sus Personajes"

Ah, los días dorados en el banco, donde cada jornada era una mezcla de trabajo arduo, camaradería y por supuesto, un sinfín de anécdotas que aún hoy nos arrancan una sonrisa. En este capítulo de mis memorias, quiero compartir con ustedes algunas de las historias más memorables que viví junto a mis compañeros de trabajo. Algunas de estas anécdotas son tan ciertas como que el sol sale por el este, « hey es por el oriente !» Mientras que otras pueden haber sido adornadas con un toque de imaginación, solo para hacerlas más divertidas.

La verdad es que, en el mundo de las memorias, la línea entre la realidad y la ficción puede ser tan delgada como un billete de banco. Así que, si alguna vez se encuentran dudando de la veracidad de estas historias, recuerden que el objetivo aquí es reír y disfrutar. Porque, al final del día, lo que realmente importa es el buen humor y las risas compartidas.
«Aquí se habla de todo el mundo pero no se le sostiene a nadie!»


Así que, sin más preámbulos, los invito a sumergirse en este torbellino de recuerdos, donde la realidad y la ficción se entrelazan para crear un mosaico de momentos inolvidables. Prepárense para conocer a personajes tan peculiares como entrañables, y para revivir situaciones que, aunque parezcan sacadas de una película de comedia, fueron parte de nuestra vida cotidiana en el banco. ¡Que comience la diversión!

La siguiente anécdota suministrada por nuestro cronista,  Fernando Castañeda: Nuestro compañero Julián Palacio, un personaje con un humor especial y una distracción legendaria, los compañeros lo molestaban diciéndole que no era capaz de contar tres gallinas amarradas,  si se le movían ya no sabía cuántas gallinas había. Siempre lograba sacarnos una sonrisa con solo mirarlo. Un día, mientras trabajaba en el departamento extranjero del banco, sucedió algo que nos hizo reír por semanas.

Un señor llegó y se dirigió directamente donde  Julián y, con mucha formalidad, preguntó por el señor Palacio. Julián, sin pensarlo dos veces, respondió: "
—¿El señor Palacio? Espéreme, yo lo busco".—
Acto seguido, dio una vuelta por el banco, como si realmente fuera a buscar a alguien más, y luego, con toda la seriedad del mundo, se presentó ante el mismo señor diciendo:
«El señor Palacio soy yo, disculpe».— La confusión del visitante y la seriedad con la que Julián manejó la situación fueron simplemente irresistibles. Esta anécdota es un perfecto reflejo del carácter único de Julián, siempre capaz de sacarnos una risa. ¡Ah, los recuerdos futboleros con mis compañeros del banco! Con Bernardo Rivera tuvimos las mejores charlas, especialmente cuando se trataba de revivir nuestras hazañas y desastres en la cancha.

"Los Legendarios Partidos de Fútbol del Banco"

Bernardo Rivera nunca dejaba pasar la oportunidad de recordarme que yo no había nacido precisamente dotado para el fútbol. Y, francamente, ¿cómo culparlo? Con mi récord como el extremo derecho menos productivo de la historia del banco, cualquier crítica parecía bien fundada. En 15 años de "discreta" carrera futbolística, ¡apenas hice cuatro goles! Uno de ellos fue un tanto histórico amistoso contra la sucursal del banco de Pereira en La Ceja, Antioquia, Carlos Ospina no deja de mencionarla, cada vez  que hablamos.

Hablando de proezas futbolísticas, nunca olvidaré ese pelotazo que Bernardo, a pesar de su rodilla destrozada, me pasó en Noel contra un equipo de veteranos del Banco Nacional. Con un pase perfecto, más un toque de suerte, logré anotar.
—Pero, seamos honestos, yo era tan tronco que si llovía me nacían ramas.—
El único que podía igualar mi nivel de "destreza" era el "Negro Rubén Castañeda". Como decía Bernardo con una mezcla de incredulidad y diversión: "¡El único moreno que conozco que no sabe jugar al fútbol!". Rubén jugaba en la defensa, y cuando el delantero contrario, se lo bailaba, el negro Ruben se moria de la risa,  lo que era un peligro en sí mismo. Recuerdo una vez que le llegó un balón y, sin saber qué hacer, decidió devolverla a su portero. Pero, ¡oh sorpresa!, terminó metiéndolo en su propia portería con un balazo que cualquier delantero envidiaría. El Negro, muerto de risa, le dijo al portero, que estaba visiblemente irritado: "¡Hoy vos no estás tapando es nada!".

Comentando después con Bernardo sobre aquel golazo, él, con su sabiduría futbolística inigualable, sentenció:
— "Todos los autogoles son bonitos".— Otra perla futbolística de el era que
—”Penalty que al cobrarlo pegue en el palo es mal cobrado”—
Decía también de un portero que usaba cachucha para tapar, que cuando se estiraba a agarrar el balón, agarraba era la cachucha.
Y así, entre risas y sarcasmos, transcurrían nuestras épicas jornadas futboleras en el banco. Eran partidos llenos de goles increíbles y jugadores tan malos como yo, que hacían del juego un verdadero espectáculo cómico. ¡Esos eran los buenos tiempos!

"Las Exageraciones Futboleras de Bernardo"
Bernardo Rivera, además de ser un gran jefe administrativo, era un verdadero maestro de los dichos y las exageraciones. Sus conversaciones, siempre sazonadas con humor picante, eran una fuente inagotable de risas y anécdotas. Aquí comparto algunas de sus exageraciones futboleras, que ilustraban su ingenio y su amor por el juego:

Sobre un arquero particularmente inepto:

"Ese arquero es tan malo que no se coge la cabeza con las dos manos."


Sobre un delantero con poca habilidad para marcar goles:

"Es tan malo que no le hace un gol al arco iris."


Sobre un defensa que era más un obstáculo que una ayuda:

"Es tan malo que no se saca un poste."


Sobre un jugador con una relación especial con la mala suerte:

"Es tan malo que se le aparece el diablo tres veces diarias."


Sobre un jugador particularmente torpe:

"Es tan tronco para jugar al fútbol que si llueve le crecen ramas."


Sobre un jugador con una velocidad imposible:

"Es tan rápido que cobra un córner y va y lo cabecea."


Sobre un jugador con habilidades extraordinarias:

"Es tan bueno que le da al balón con ambas piernas y no se cae."

Anécdotas con Jaime Obando
Don Jaime en las mañanas, el primero que veía era a Bernardo Rivera, que siempre estaba de buen humor.


—Hola, Jaime, ¿cómo te va? —saludaba Bernardo en la mañana.
—No mijo, ahí sigo la misma cosa, montando en Mercedes—
Contestaba Jaime con una sonrisa torcida, haciendo referencia tanto a su esposa como al carro que nunca tuvo.

Un día, Jaime estaba parado en la puerta del banco, mirando la lluvia caer con la misma cara de tristeza que un gato que odia el agua.
Alguien le preguntó:
—¿Qué espera, don Jaime, para salir?
—Fue  que me vine con los zapatos de verano—
Respondió Jaime, levantando el pie para mostrar un agujero de debajo del zapato,
— “Tipo queso gruyere”.—   Y con estos ni los cigarrillos puedo apagar!
Cuando iba a hacerse lustrar los zapatos al Parque de Berrío, el lustrabotas lo primero que le preguntaba era:
Don Jaime, —¿lo lustramos o le cortamos las uñas?—

Ellos nunca se dieron cuenta, pero nos divertían mucho, nosotros que muchas veces no participabamos de sus charlas, Jaime y Bernardo eran el dúo cómico del banco, siempre encontrando el humor en las desgracias cotidianas. Jaime solía lamentarse de su situación en casa, donde Mercedes, su esposa, parecía tener un radar para detectar cada una de sus escapadas —“etílico-nocturnas".—
Decía que en su casa le habían cortado la cola al perro para que no le diera "muestras de cariño" cuando llegaba. Incluso exageraba diciendo que en su casa
—Ni el radio le habla.—

— Si me levanto en la noche para ir al baño, cuando regreso, encuentro la cama tendida —. Decía, con una expresión tan dramática que podría haber ganado un premio de actuación.
Contaba que cerca de su casa vivía una viejita que, según Jaime, no lo podía ni ver.
—¡Era cieguita! —decía, soltando una carcajada.
Y para rematar, mencionaba que también había una niña que le sacó los ojos al abuelo... —¡ Azules !—

Bernardo Rivera contaba que en su juventud hizo parte de un dúo musical que lo llamaron —”El Dúo Bernáculo”—  Cuando salían al escenario la presentación la comenzaba Bernardo:
—Buenas noches señoras y señores!, con ustedes: —”El Dúo Bernáculo!”—
— Yo soy Berna y este es mi amigo que me acompaña.—

No sé si Bernardo era amigo de los perros pero nos hacía creer una historia, Decía que tenía un perro de raza —”Langochan”— langaruto y chandoso, cruzado con perro —canequero—  que lo alimentaba con jugo de naranja y carne en polvo  porque no tenía dientes.

Por allá por los años 78-79 llegaba la televisión en color a Colombia, de gran expectativa sobre todo por los que nos gustaba el fútbol, para ver nuestros partidos.
Recuerdo que Bernardo fue uno de los primeros en comprarse una tv a color. Lógicamente y como era de esperarse tendria algunas fallas técnicas. Yo que también quería comprarme una por cuotas, le pedí su opinión de calidad.
Y Bernardo me contesta con su humor especial.
—Pues estuve viendo un partido el fin de semana y la camiseta perseguía a los  jugadores por toda la cancha—

"El Consultorio de los Campeones"
¡Las anécdotas con Bernardo Rivera son más numerosas que los aguaceros en abril!  Si mi memoria no me falla, cuando el banco se transformó en Banco Mercantil en el Parque de Berrio, Bernardo ascendió a Jefe administrativo y de personal, después de partir como gerente de la sucursal principal del Banco de Occidente. Pero ah, los días de gloria, lesiones deportivas y fútbol no se olvidan fácilmente.

Ahora, debo contarles sobre mi épico —”esguince de tobillo",— que casi se merece una epopeya propia y que me dolió como cuando a Aquiles le clavaron su flecha en su talón. Jugaba de número 7, —extremo derecho,— el mismo puesto que ocupaba mi ídolo de ese momento, Willington Ortiz». Era un día en que la cancha estaba más empapada que el pañal de un bebe. Me lanzaron por mi punta un balón largo, y yo, en un giro digno de ballet acuático, traté de alcanzarlo. Pero mi pie decidió rebelarse y quedarse pegado en el lodo, como si fuera un pie de plomo. Resultado: un tremendo esguince. Más tarde visité un “sobandero” que  me hizo ver el diablo por una rendija, tratando de acomodar los huesos en su lugar.

El lunes siguiente, —renguiando— como un pingüino con reuma, me presenté ante Bernardo —“cariacontesido”— y  "cojineto" profesional. Confiando ciegamente en sus buenos oficios pues, ¡sabía hasta dónde ponían a empollar  las garzas! Por supuesto, él tendría la solución mágica guardada bajo la manga, pues en el mundo bancario tenía más contactos que un político en campaña.

—"Vaya a ver al doctor Eduardo Reyes"—
Me sugirió con esa solemnidad de gurú financiero que ha meditado sobre los misterios de las tasas de interés. ¡Oh, pero la sorpresa que me esperaba era la más grande de mi vida! Resulta que el tal doctor Reyes no era un médico cualquiera. ¡Nada menos que el mismísimo kinesiólogo del Deportivo Independiente Medellín, el sanador de lesiones que atendía a las luminarias del DIM!

Imaginénse mi cara de felicidad entrando a ese consultorio, ¡era como un niño en una juguetería! Yo, un simple mortal con un tobillo reventado, iba a pisar los mismos aposentos donde las leyendas del fútbol acudían a ser resucitadas. Casi podía oler la mezcla de alcohol y pomadas mágicas que seguro impregnaban ese consultorio.

Entré a esa clínica con el pecho tan hinchado como mi esguince. Me codeaba con estrellas del DIM y, por un momento, sentí que yo también brillaba en el firmamento deportivo. Hasta consideré practicar mi firma para los autógrafos que seguramente me pedirían... en algún universo alterno.

Las sillas de la sala de espera eran como tronos donde seguro se sentaban las realezas del balón a aguardar turno para sus terapias curativas. Yo, un simple mortal del mundo bancario, me sentía tan fuera de lugar como un pez en una bicicleta. Pero al mismo tiempo, una descarga de adrenalina me recorría las venas al pisar esa tierra santa. En la sala de espera, no solo había revistas viejas (como en cualquier otro consultorio), sino jugadores lesionados del Deportivo Independiente Medellín. Ahí estaba yo, cojeando entre semidioses del balón, esperando mi turno. Si los tobillos pudieran hablar, el mío estaría gritando: "¡Soy importante!"

El Dr. Reyes, con la precisión de un reloj suizo y la delicadeza de un bulldozer, examinó mi tobillo. "Ah, un clásico esguince de fútbol en cancha mojada", dijo, como si diagnosticara un simple resfriado. Empezó a trabajar con tal destreza que casi esperaba que mi tobillo comenzara a emitir música de fondo triunfal.

Mientras tanto, mi ego seguía inflándose.
—¿Quién necesita ser un jugador profesional cuando puedes fingir ser uno en el consultorio adecuado?—
Ahí estaba yo, recibiendo tratamiento cinco estrellas, soñando con mi gloriosa vuelta a la cancha... o al menos, a caminar sin parecer un pingüino con reuma.

Y así, mi odisea de tobillo, que comenzó en el barro de una cancha mojada, me llevó a codearme con los grandes del fútbol, aunque solo fuera en la sala de espera de un consultorio. Y todo gracias a Bernardo, el gurú de los contactos, que me puso en el camino de la recuperación y de los sueños deportivos exagerados.
—¡Ah, los dulces sueños de egocéntrica grandeza que nos regalan las pequeñas desgracias!—

"Los Turbulentos Niños de 'La Mona' Luz Mery Montoya"
¡Ah, los recordados días cuando Paola Andrea y Alejandro, los hijos de "La Mona" Luz Mery Montoya, reinaban en el banco con su caótico esplendor! Esos pequeños terremotos sabían bien cómo convertir la sucursal en su propio parque de diversiones. Niños que eran capaces de desbaratar un balin.

Como sus padres, Luz Mery y Orlando, trabajando sin descanso, a veces no había más remedio que llevar a los pequeños torbellinos al trabajo. ¡Y cuando Paolita y Alejito cruzaban las puertas, el mundo se preparaba para el caos!

Recuerdo las palabras de nuestro compañero, Hernando Balvín, quien ganó celebridad por que —se le corría la teja de vez en cuando,—  o tenía —“un rayoncito”,— como dirían los pelaos de este tiempo, al escuchar cuando entraban y sentir los primeros gritos de júbilo, hernando comentaba:
—"¡Llegaron los miquitos de La Mona!".—
Y vaya que tenía razón, porque esos querubines se transformaban en pequeños demonios del caos en cuanto ponían un pie en el banco.

Paola Andrea, la mayor, era un auténtico huracán de risas estridentes. Corría de un lado a otro empujando las sillas rodantes como si fueran sus propios carros de carreras. ¡Sus gritos de emoción retumbaban por todos los rincones!

Su hermano menor, Alejandro, no se quedaba atrás. Con esa sonrisa pícara digna de un duendecillo travieso, se unía a las carreras desatadas desafiando —las leyes del decoro bancario.—   Juntos conformaban una fuerza imparable de alegría caótica.

Mientras tanto, su madre Luz Mery, con preocupación, entre el desorden, les lanzaba miradas de cómplice complacencia. Como toda madre, sabía que esa era la esencia misma de la infancia: travesuras, risas y desorden infinito.

Después Luz Mery nos explicó con tristeza la razón detrás de esas angelicales visitas:
—"Cuando la señora que los cuidaba me los dejaba para llevarlos al médico, no tenía más remedio que traerlos al banco. Me causaba pena y preocupación".—
Esas palabras revelan el eterno sacrificio de una madre atribulada.

Por eso, quiero rendir un sentido homenaje a Luz Mery y a todas las madres que, entre mil dificultades, se las ingenian para criar a sus traviesas criaturas con amor. A esas guerreras que dejan su corazón en cada batalla.

Y un mensaje celestial para —Paola Andrea,—  que en 2015 partió a la eternidad en plena celebración de su cumpleaños: que tu luz siga brillando en el cielo, pequeña estrella, y que tu risa permanezca viva en nuestros corazones.

Porque al final, esa es la mayor lección que los "niños" Paolita y Alejito nos dejaron: disfrutar intensamente el momento, reír a carcajadas y llenar el mundo de caos y alegría... Hasta que llegue la hora de partir 🥲.

"El Golpe de Suerte de Bernardo y Edgardo:
De Trabajadores del Banco a Fundadores del Barrio Manzanares"

Bernardo Rivera y Edgardo Echeverri, dos maestros de la buena fortuna, fundadores del banco y reyes del azar. Edgardo consiguió su trabajo "sin querer queriendo", como diría el mismísimo Chavo del Ocho, mientras que Bernardo, bueno, él ya estaba allí cuando el banco abrió sus puertas, como si hubiera brotado de la tierra junto con el primer billete. ¿Y adivinen quiénes fueron los primeros en recibir préstamos de vivienda? ¡Exacto! Nuestros queridos Edgardo y Bernardo, los afortunados y bendecidos elegidos del destino.

En aquellos tiempos dorados, las casas  las vendían — "a precio de huevo",—  más baratas que una bolsa de pan duro. ¡Hasta en Almacenes Éxito te ofrecían una casa en Manzanares por comprar un mercado grande! Era como si las casas llovieran del cielo, y nuestros dos amigos, con suerte de campeones, atraparon las mejores: dos casas de dos pisos, ¡nada más y nada menos que al lado del parque! ¡La envidia del vecindario, sin duda!

Bernardo, con su ego más inflado que un globo de helio en un cumpleaños infantil, se vanagloriaba de ser el fundador del barrio. Y quién sabe, tal vez tenía razón. Con su imaginación desbordante, afirmaba vivir a cinco minutos del centro... ¡pero en avión! "Vivo al lado de Olaya Herrera", decía con una sonrisa socarrona.

Criado en las empinadas laderas de Barrio Aranjuez en la famosa "loma del gato herrado", donde la inclinación era tal que las camas y las mesas solo necesitaban dos patas para mantenerse en pie, Bernardo había aprendido a vivir con lo mínimo. Pero su suerte y su ingenio lo catapultaron a las altas esferas de la banca y de la sociedad, sin perder nunca su chispeante sentido del humor.

Edgardo, por su parte, era un hombre con menos sapiencia pero con mucha malicia indigena. Siempre caía de pie, como un gato con nueve vidas. Aunque no era  fanfarrón, disfrutaba de los placeres de la vida con una sonrisa discreta y un guiño cómplice a la diosa Fortuna.

"La Llegada del Exigente Negro Balvin"
A estas alturas ya se habían  reclutados nuevos integrantes en cuentas corrientes. Entre los nuevos rostros se encontraban  Hernando Balvín, Nicolás Suárez, Jorge H. López, Francisco Botero, Fernando Castañeda. Pero ninguno de estos nombres causó tanto revuelo como la llegada del Negro Balvin.

Imaginese la escena: el banco bulle con la actividad diaria cuando de repente las puertas se abren de par en par y entra Hernando Balvin, mejor conocido como el —“Negro Balvin”.— Desde la entrada, su ego entró unos pasos antes que él. Caminaba como si la alfombra roja se hubiera desplegado solo para su entrada triunfal. Todo un flamante recién egresado del SENA

Balvin llegó con una lista de exigencias dignas de un alto empleado en su primer día de trabajo.
—"Necesito un escritorio con calculadora, teléfono, y una lista completa de implementos de oficina para hacer mi trabajo de manera eficiente"—
Anunció con una voz que resonó por todo el banco.

Los empleados se miraban entre sí, tratando de contener la risa. ¿Quién se creía este tipo? Era su primer día y ya estaba pidiendo tantas cosas.  El Negro Balvin, sin inmutarse, continuó con sus exigencias. La lista era tan extensa y específica que algunos pensaban que estaba bromeando, pero no, Balvin estaba completamente serio. Nicolás Suárez, siempre el práctico, le dijo: "Balvin, si sigues así, lo próximo que pedirás es una limosina para que te lleve a tu casa." Al final del día, todos lo tomamos como algo folclorico y el Negro se adapto a las lo que el banco le ofrecia.

"Guillermo Orozco y los Ramos"

¡Ah, la célebre inauguración del Banco Mercantil! Ese día fue una auténtica bacanal desbordante donde el jolgorio y el desenfreno reinaron por doquier.

Algunas empresas, en un gesto de felicitación, enviaron ramos de flores tan descomunales que parecían pequeños jardines ambulantes. El lugar se llenó de un mar de pétalos y aromas que embriagaban los sentidos tanto como el licor que fluía a raudales.

Los empleados, embriagados no sólo de alegría sino también de unas cuantas copitas de más, danzaban al compás de la música con pleno frenesí de primavera. ¡Aquello era un verdadero aquelarre de juerga y celebración!

Y cuando la fiesta tocó a su fin, algunos aprovecharon para tomar sus pequeños trofeos botánicos y llevárselos a casa. Recuerdo vívidamente a Guillermo Orozco abrazado a un ramo más grande que él mismo, como si fuera su amada recién desposada.

El pobre hombre caminaba en un vaivén tambaleante,, claramente bajo los efectos de los bríos etílicos y los efluvios de las flores. Era un cómico espectáculo verlo salir del banco convertido en una suerte de jardinero cuasi-borracho rumbo a tomar un taxi.

Imagino la escena: Guillermo forcejeando para subir al vehículo con su enorme ramo, tal vez enredandose en la puerta o golpeando sin querer al conductor con una rama rebelde. Y una vez instalado, los pétalos comenzando a esparcirse por todo el asiento trasero mientras él aferraba su preciado obsequio floral como un náufrago a su salvavidas.

¡Seguro que aquel taxista se llevó una de las sorpresas más fragantes e hilarantes de su vida! Toda una aventura que terminó convirtiéndose en la anécdota perfecta para recordar los festejos por la gran inauguración. Desde entonces, cada vez que veía un ramo especialmente grande y vistoso, no podía evitar imaginarme a Guillermo Orozco dando tumbos cual marinero en alta mar, abrazado a su particular cantidad de rosas y claveles. -------------------------------------------------------------------------------------------------- Invitacion   Grupo Whatsup solo para los que siguen el libro "Pinceladas"            ================================================= Sigame en facebook

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28. "Cuentas y Cuentos"




Comentarios

  1. Jajajaja, sin palabras, como describes cada cosa, cada escena, que memoria tan prodigiosa. Felicitaciones. Como no recordar el negro Balbín, Don Guillermo Orozco un ser tan especial. Luz Mery una mujer maravillosa.

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  2. Hay Abelardo, me haces reír con estás historia, muchas escuchadas y gozadas directamente en extranjero. Gratos recuerdos. Muy bien relatados. ~Luz Mery Montoya~

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  3. Abelardo aportaste a mi cuota de risa sabatina y ya no tengo que ver el programa "Sábados Felices". Me encanta la manera descriptiva con la cual narras los hechos. Me reí demasiado con la de los "zapatos veraniegos... jajajajaja. Me hubiera gustado conocer a Bernardo, si tienes alguna foto, por favor, compártela. Una vez más, gracias por compartir esas anécdotas tan bellas y jocosas. ~Lina M.~

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  4. Me uno a esta excelente reunión de nuestras almas recordando todo lo bello, próspero y engrandecedor de nuestras vidas en el Banco, vidas únicas y como prueba en nuestros años más importantes seguir siendo amigos como los viejos del vecindario que religiosamente se reúnen a recordar y a reír a carcajadas de sus historias ciertas o amañadas, pero al fin historias que oxigenan nuestro ser. Gracias Abelardo👍 ~Martha Elena

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  5. Abelardo. Recuentas todas Las historias con mucha gracias y de forma tan divertida , que parece que las hubieras vivido Ayer. Erraste de vocation.Habrias podido mas bien haer sido: escritor, poeta o humorista. 🌶🌶🌶🌶🌶🌶🌶🌶 ~Luz Stella

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